Así somos en vida!

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jueves, 28 de agosto de 2014

UNA DE RELATO… "ABUELO, ¡HAY QUE ADAPTARSE A LOS TIEMPOS!"


Pasaba las hojas una a una con delicadeza, no quería hender ninguna. Las lágrimas brotaban tímidamente por las cuencas de mis ojos, más lo hacía en silencio, no quería que nadie me viera de esa guisa, ya se sabe eso de: "LOS HOMBRES NO LLORAN".
El pulso me oscilaba de manera desacompasada, pues el momento se acercaba. Mi mente me decía que no lo hiciera, pero mis entrañas si.
Ahí estaban ellos, radiantes, pletóricos, llenos de brío. Siempre he querido recordarlos así, jamás los he concebido de otra forma. Los veía una y otra vez y mi pulso se iba aletargando.
Cerré el álbum, me recosté en mi poltrona, me quité las gafas y cerré plácidamente los ojos. Ahora tocaba navegar en mis pensamientos, dar riendas sueltas a mi mente y hacer balance de lo que había visto allí.

Me desvelé por el tácito frío que poco a poco iba calando en mis octogenarios huesos. Levanté la mirada y todo seguía en su sitio, como debe ser. Mis bártulos, intactos, impertérritos, como si todavía los estuviera usando. Al otro lado, mi arquimesa repleta de recuerdos a modo de ornamento. Cada uno con una simbología distinta y con un sentimiento dispar.

Tenía ganas de incorporarme, pero me costaba mucho el hacerlo. Así que llamé a los causantes de mi hilaridad continua, MIS NIETOS. Vinieron al instante, me ayudaron a levantarme y me dirigí hacia el ropero. Ellos me miraban de manera vacilante, pues no sabían lo que iba a hacer allí. Los miré, me miraron y les di a cada uno, una prenda de mi chándal. JESÚS, mi nieto, se lo puso con entusiasmo y mi nieta, LOLA, de igual manera.

Observaba esa angelical estampa y no lo pude remediar, las gotas de mi sollozo, se exhibían claramente. Mi nieta, rápidamente me las secó con su manita de seda y mi nieto me arropo con la sudadera que le había yo puesto.

Ellos no entendían porqué su anquilosado abuelo gimoteaba, más aunque quisiera explicárselo no lo iban a inferir.

Mi nieto me enseñó una cosa que su padre le había regalado, una especie de turbante que se pone en la cabeza, llamado COSTAL y mi nieta me mostró como se andaba llevando eso puesto. Los dos al unísono me dijeron… "ABUELO, ¡HAY QUE ADAPTARSE A LOS TIEMPOS!"

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